En 1569 Miguel de Cervantes huyó de
Madrid donde la habían acusado de haber herido a un estudiante, Antonio de
Segura. Llegó a Italia y en Roma estuvo al servicio del futuro Cardenal
Acquaviva, legado del papa.
Ansioso de mayores empresas tomó el
camino de la carrera militar y partió para Nápoles, donde se incorporó a la
compañía de Diego de Urbinia y se embarcó en dirección de Mesina. Aquí se formó
la Gran Armada que venció a los Turcos en Lepanto el 7 octubre 1571. Miguel,
gravemente herido en batalla, perdió para siempre la movilidad de su mano
izquierda y regresó con la flota a Mesina, donde ingresó en el hospital de la
ciudad. En 1574 dejó Sicilia para volver a Nápoles: aquí se reunió con su hermano
Rodrigo y abandonó la carrera militar; en 1575 regresó a España. Cervantes amó
profundamente a Italia y su literatura: conoció bien Nápoles, Palermo,
Florencia, Milán y Roma que él llamaba la "señora del mundo" por su
pasado glorioso.
El autor pasó 6 años en Italia,
donde aprendió la lengua del país, adquiriendo una sólida formación literaria.
Un estudio atento de sus obras ha demostrado que conocía a fondo lo más
importante de las doctrinas renacentistas y a los autores italianos y españoles
más importantes de su tiempo.
La idea de hacer una parodia de los libros de caballerías deriva de la lectura de estos autores. En
efecto en el prólogo de Don Quijote, Cervantes quiere criticar
los poemas épicos medievales que trataban de una realidad sobrepasada y no más
actual. El autor se burla de la manera de escribir demasiado erudita y
elaborada.
La demostración del deseo de
innovación se puede encontrar en capítulo sexto donde el cura y el barbero hacen un
escrutinio de los libros de la biblioteca. La mayor parte de los libros de
caballería se queman mientras que se salvan de la hoguera obras de poesía,
novelas pastoriles y el Orlando Furioso de Ariosto.
Este autor influyó mucho a Cervantes
como también Pulci y Boiardo,
los cuales destruyen en sus obras el tradicional esquema épico y medieval.