VALLE-INCLÁN Y EL SIMBOLISMO
El propósito de Risley es de evaluar las relaciones de Valle-Inclán con el simbolismo europeo, basándose tanto en la obra y las afirmaciones del mismo Valle-Inclán cuanto en lo escrito por otros críticos.
Si Juan Ramón Jiménez afirmó que de las dos tendencias del modernismo en España llegó el simbolismo y no el parnasianismo, Risley pone también en relieve el hecho de que la estética explícita de deformación grotesca, que informa la obra mayor de Valle-Inclán, resulta antitética a la expresión simbolista, y su continua búsqueda de una estética satisfactoria le llevó al sincretismo.
Entonces, tras reportar lo que otros críticos (entre éstos, Anna Balakian y Roland Grass) han escrito sobre las peculiaridades y la esencia del simbolismo, Risley concluye que la poesía no era el género de Valle-Inclán, y que sus poesías son mas bien filosofía en verso; además, sus poemas, como Aromas de leyenda (1907), El pasajero (1920) y La pipa de Kif (1919), distan mucho del simbolismo.
Por otro lado, admitiendo que existió una prosa simbolista que, en su segunda tradición, tenía como obligación la de contar algo, Risley sostiene que elementos simbolistas se encuentran en diversos cuentos, en piezas de teatro y también en las Sonatas de Valle-Inclán, pero es en La lámpara maravillosa donde se conjugan teoría y practica: esta novela sería la prueba de que Valle-Inclán no es simbolista sólo en su manera de expresión, sino también en su filosofía artística.
Risley, William R., "Hacia el simbolismo en la prosa de Valle-Inclán", en John P. Gabriele. Suma valleinclaniana, Consorcio de Santiago, Editorial Anthropos, Barcelona, 1992, pp.53-95.