“En busca de un retrato”
Análisis de
Chiara Alberio
El argumento del cuento “En busca de un retrato”, escrito por Paloma Díaz-Mas, es bastante sencillo. Casi no hay acontecimientos, sólo encontramos a una mujer que busca una foto de su abuela cuando era joven, porque está convencida que ésta tenía que ser una mujer de una belleza impresionante. Esta idea le deriva del hecho de que su abuela sea una anciana muy bella, que luce un esplendor casi mágico. Sin embargo, cuando la protagonista logra finalmente ver esa foto, descubre que la mujer retratada, su abuela de joven, es una muchacha insignificante, banal, una chica cualquiera. Siendo tan poco lo que ocurre en el cuento, está claro que el sentido no está relacionado con el argumento en sí mismo. El cuento no se basa en lo que ocurre: sólo es una larga descripción de la abuela y de su casa. Pero esta descripción se desarrolla de una manera muy particular, porque la autora utiliza muchas figuras retóricas y elige palabras relacionadas con la naturaleza y con la luminosidad y logra, de tal manera, transmitirnos no sólo la imagen de la mujer y de la vivienda, sino también el espíritu, el alma de la abuela, que quizás coincida con la de la autora misma. Por lo tanto, me parece que hay que buscar la verdadera intención de la autora no en el contenido del relato, sino en la elección de las palabras: es importante darse cuenta de cuáles son los campos semánticos usados, de las metáforas y, en general, de las figuras retóricas, e intentar dar una explicación, para descubrir cuál podría ser el sentido profundo que la autora quiere comunicarnos.
Las figuras retóricas y
las palabras que pertenecen a campos semánticos particulares, además, están relacionadas
entre sí; es decir, muchos términos que llaman la atención porque se refieren a
una esfera determinada, como por ejemplo la de la naturaleza, se encuentran
también como parte de una metáfora o de otra figura retórica, así que a menudo
las expresiones claves de este texto están subrayadas de dos maneras: a través
de la retórica y a través del léxico.
Por lo que atañe a los campos léxicos, me parece
que los más evidentes son el de la casa, en particular de la cocina y de la comida;
la esfera de la naturaleza, sobre todo con palabras que se refieren al mundo
vegetal, o sea a las flores, a las plantas y a los árboles; y, finalmente, el
grupo de términos relacionados con la luz y con el color blanco.
En el primer caso, encontramos, por ejemplo, el símil “baldosas tan brillantes que parecían pintadas con aceite” (pág. 89), la metáfora “cuello de manteca” (pág. 91), el uso de adjetivos y adverbios particulares como “crema” (pág. 92), referido al color de la carpeta que contenía la fotografía, y “sosamente” (pág. 93), y muchos otros ejemplos. Naturalmente, este campo domina sobre todo en la parte del cuento en la que la autora describe a la abuela mientras cocina. En este pasaje (“Pero dije que sobre todo la cocina...como ninguna mujer que yo conociese.” – pág. 90) casi todas las palabras pertenecen al léxico del hogar, de la comida y de la cocina. El uso de tales palabras está relacionado, para mí, no sólo con la presentación de la abuela como una persona experta, que sabe vivir, y en constante actividad, sino también con su belleza. Por ejemplo, “cuello de manteca” indica la blancura del cuello y se refiere a un particular físico, que subraya la hermosura de la mujer.
La esfera de la Naturaleza, en cambio, enfatiza el hecho de que la vejez de la abuela no sea una decadencia, sino el resultado natural de un proceso que pertenece a todo el mundo. Mientras describe su abuela, la autora usa palabras referidas al mondo natural para evidenciar las características positivas, o que por lo menos adquieren una connotación positiva en el texto. Por ejemplo, la metáfora “pelo de nácar” (pág. 91) o “de un blanco nacarado” (pág. 90), subraya no sólo el color del pelo, sino también el hecho de que esto se convierta en un detalle de belleza: las canas son algo positivo, indican sabiduría y experiencia. Además, al final del cuento hay un símil en el que la belleza de la abuela es comparada a la de unos elementos de la naturaleza: “...su belleza se había forjado a lo largo de lo años, como la belleza de algunos árboles, de algunas rocas...” (pág. 93). Esto subraya una vez más la hermosura de la anciana mujer, pero también la idea de que la vida tiene que seguir su curso natural, y que éste lleva a algo mejor. El hecho de que esta imagen esté al final del texto, o sea en una posición enfática, en que se cierra el cuento y se abren las interpretaciones del lector, puede significar que todo esto es precisamente lo que la autora quiere comunicarnos: la esperanza en el futuro, en una vida que todavía tiene la posibilidad de mejorar.
El último campo léxico, el de la luz y del color
blanco, es muy importante. Esto porque la insistencia sobre en elementos
connota el cuento de blanco: el pelo de la abuela, los azulejos, los armarios,
los trapos etc. Se trata de una repetición constante a lo largo del texto y
esto hace que la blancura se convierta en un leitmotiv, un motivo que
aparece a menudo en el relato. Al final de la página 89, el adjetivo “blanco”
se repite siete veces en el mismo párrafo, y además encontramos la imagen de la
nieve, con la insistencia otra vez en el mismo color. En la línea siguiente se
habla de “pelo de un blanco nacarado” y, más adelante, de “montañas de espuma
de una clara de huevo” (pág. 90) y de “cuello de manteca”: todos elementos que
no hacen que repetir la misma imagen de blancura. Es más, los matices de color
son importantes también cuando aparecen los contrastes entre el blanco y los
colores claros por un lado y el negro por el otro. En particular, se puede
observar la descripción del pelo y de los ojos de la vieja abuela, que
contrasta claramente con la de la joven esposa en la fotografía: la abuela,
cuando ya es anciana, tiene “pelo de nácar” y “ojos azules que casi parecían
negros por ser tan vivos” (pág. 91), mientras que cuando era joven tenía “una
cara inexpresiva de ojos claros y pelo oscuro” (pág. 93). Como se ve, los
elementos son exactamente opuesto y está claro que la connotación positiva no
está vinculada con la juventud, sino con la vejez. Pero no solamente el color
blanco, sino también la luz tiene una gran importancia, sobre todo porque
subraya el pasaje de la juventud a la vejez . La autora describe a su abuela
como si ella emanara una luz casi mágica: habla de una belleza “deslumbradora”
(pág. 92) y radiante. Por eso, está convencida de que de joven, la mujer tenía
que ser aún más bella. En cambio, cuando ve la fotografía, nota que la abuela
tenía “una mirada en que ninguna luz se reflejaba” (pág. 93). Este contraste
entre la idealización y la realidad por un lado, y la vejez y la juventud por
otro, subraya una vez más la negatividad de la segunda, frente a la perfección
de la última etapa de la vida.
El uso de figuras retóricas sirve sobre todo para subrayar las imágenes claves del cuento y para dar una connotación diferente de lo usual a la belleza de la abuela, subrayándola de esta manera. Como todo el cuento está basado en el uso preciso de las palabras, es evidente que la autora busca la fuerza de las figuras retóricas para lograr comunicar de manera más precisa, aunque menos directa, lo que quiere decir. En particular, encontramos muchísimas metáforas, que en parte ya he mencionado: “montañas de espuma”, “pelo de un blanco nacarado”, “pelo de nácar”, “cuello de manteca”, “trenza de azabache” (pág. 91), “rostro de muñeca de china” (pág. 93). Además, hay unos símiles: “baldosas tan brillantes que parecían pintadas con aceite”, “trenza pesada como una soga” (pág. 91), “hojitas de seda finas como un soplo” (pág. 92). Hay también hipérboles: “plantas casi amenazadoras” (pág. 89), “montañas de espuma blanca”(pág. 90), “ceguera” (pág. 92), “belleza incomparable” (pág. 92). Finalmente, se encuentran en el texto unos contrastes, expresados por medio de antítesis y oxímoron: “Y bajo el sol / y en la sobra” (pág. 89), “manos bellas y deformadas” (pág. 91), “ojos claros/ cabello oscuro”, “pelo de nácar/ ojos azules que casi parecían negros”, “sosegado trajín” (pág. 90), “aterradoramente bella” (pág. 92). A través de estos ejemplos, se ve claro que todas las figuras retóricas tienen la misma función, o sea enfatizar la belleza de la mujer descrita.
Conclusión
Lo que la autora del cuento quiere comunicarnos a
través del léxico y de las figuras retóricas puede ser la idea de que la
juventud, que normalmente se considera mejor que la vejez, no siempre es
perfecta. Aún más ésta puede mejorar a lo largo de la vida, en cuanto todos
podemos adquirir capacidades, experiencia y, junto a ellas, paciencia y
disponibilidad a aceptarlo todo y disfrutar de todo de la mejor manera posible.
La belleza de la abuela, entonces, indica el hecho de que ella tenga una mejor
actitud frente a la vida, que se refleja también en el exterior. Por esto, se
podría pensar que la autora está expresando esperanza en su vida futura y que
quizás no sea feliz en el momento en que escribe el cuento. Proyectándose en la
abuela, descubre que efectivamente todavía tiene una posibilidad, porque la
abuela, cuando era joven, no era una mujer excepcional y, sin embargo, ha
llegado a serlo al final de su vida. Sin embargo ésta es sólo una hipótesis, ya
que no tenemos referencias biográficas específicas al respecto.