Alberto Durero                                                                             


(1471-1528)      Nuremberg, Alemania

El artista más famoso del renacimiento alemán conocido en todo el mundo por sus grabados, pinturas, dibujos, y escritos teóricos sobre el arte, que ejercieron una profunda influencia en los artistas del siglo XVI de su propio país y de los Países Bajos.

Durero nació el 21 de mayo de 1471 en Nuremberg. Su padre, Alberto Durero el Viejo, fue el primer maestro de su hijo. De su primera formación, el joven Durero heredó el legado del arte alemán del siglo XV, en el que estaba muy presente la pintura flamenca del gótico tardío. La tarea que Durero se planteó fue la de proveer a sus compatriotas de un modelo con el que pudieran combinar el interés empírico por los detalles naturalistas con los aspectos más teóricos del arte italiano. En su abundante correspondencia y en diversas publicaciones, Durero hacía hincapié en que la geometría y las medidas eran la clave para el entendimiento del arte renacentista italiano y, a través de él, del arte clásico. Desde aproximadamente 1507 hasta su muerte, tomó notas y realizó dibujos para su tratado más conocido, los cuatro libros que forman el Tratado de las proporciones del cuerpo humano (publicado póstumamente en 1528).

Después de estudiar con su padre, Durero entró con 15 años de edad como aprendiz del pintor y grabador Michael Wolgemut. Entre 1488 y 1493, el taller de Wolgemut se dedicó a la considerable tarea de realizar numerosas xilografías para ilustrar la Crónica de Nuremberg (1493) de Hartmann Schedel, y es probable que Durero recibiera una instrucción exhaustiva de cómo hacer los dibujos para las planchas de madera. Durante toda la época renacentista, el sur de Alemania fue centro de muchas publicaciones y era común que los pintores de ese periodo estuvieran también cualificados para realizar xilografías y grabados para ellas.

En Italia realizó acuarelas de paisajes con gran minuciosidad de detalle, probablemente durante su viaje de regreso, como por ejemplo una Vista del castillo de Trento (National Gallery, Londres). Durante los diez años siguientes en Nuremberg, desde 1495 a 1505, produjo un gran número de obras que le ayudaron a asentar su fama. Entre ellas destaca la serie de ilustraciones para grabar en madera de El Apocalipsis (1498), los grabados de La gran fortuna (1501-1502) y La caída del hombre (1504). Éstas y otras obras de este periodo muestran, en su conjunto, una maestría técnica cada vez mayor en el arte de la xilografía y el grabado, un manejo de las proporciones humanas basado en los textos del escritor romano Vitrubio y una brillante capacidad para incorporar detalles de la naturaleza en obras que reflejan la realidad con gran naturalidad. En 1497 pintó su Autorretrato (Museo del Prado, Madrid) y en 1500 el de la Pinacoteca de Munich, en el que se representa con las características que habitualmente se atribuyen a Cristo, y expresa de forma visual la preocupación que demostró durante toda su vida por elevar la categoría del artista por encima de la del mero artesano.

Durero volvió a viajar a Italia entre 1505 y 1507. En Venecia conoció al gran maestro Giovanni Bellini y a otros artistas. En 1507 regresó a Nuremberg donde comenzó un segundo periodo de una ingente producción artística: retratos y numerosos grabados, entre los que se encuentran dos ediciones de la Pasión, los grabados en madera para el Arco del triunfo encargo del emperador del Sacro Imperio Romano Maximiliano I, y una serie de grabados como El caballero, la Muerte y el Diablo (1513), San Jerónimo (1514) y La Melancolía (1514). Mediante la técnica de líneas Durero consiguió crear en sus grabados diferentes variaciones de sombras con las que logró plasmar formas tridimensionales.

Falleció el 6 de abril de 1528 en Nuremberg. Sus últimas obras son dos grandes tablas en las que están representados Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek Munich), que ofreció como regalo a la ciudad de Nuremberg. La calidad de la obra de Durero, la cantidad prodigiosa de su producción artística y la influencia que ejerció sobre sus contemporáneos fueron de una importancia enorme para la historia del arte. En un contexto más amplio, su interés por la geometría y las proporciones matemáticas, su profundo sentido de la historia, sus observaciones de la naturaleza y la conciencia que tenía de su propio potencial creativo son una demostración del espíritu de constante curiosidad intelectual del renacimiento.