Alianza y Condena
Claudio Rodríguez publicó "Alianza y Condena", en 1965, cuando tenía treinta y un años y en él ya estaba presente esa gran preocupación por la realidad y sus circunstancias históricas. Este enfrentamiento consciente con la realidad le permitirá llegar a un compromiso con ella. Por eso, del tono entusiasta de "Don de la Ebriedad" y "Conjuros", los dos libros anteriores, se pasará a un tono más sosegado y meditativo en "Alianza y Condena".
Incluso, el léxico se adapta plenamente a la nueva concepción poética de Rodríguez, puesto que el poeta recurre incesantemente a la antítesis para ilustrar al lector los dos polos de la realidad. Un ejemplo de esta visión es el mismo título, que por medio de una hipálague (figura retórica que consiste en aplicar un complemento a una palabra distinta de aquella a la que debería referirse, y en realidad se equivalen) expresa la correspondencia entre "alianza" y "condena".
Según Rodríguez la poesía debe ser un instrumento de salvación. Sin embargo a veces ésta suele quedarse en lo superficial, en lo placentero, en el fenómeno; pues entonces ya no lo es más, porque se rompe el lazo entre la realidad y el espíritu de cada persona. Por esta razón, en su tercer libro, se refiere a las relaciones vitales, que traen consigo la cercanía, lo duradero, pero al mismo tiempo traen el alejamiento. La "alianza" del título es un lazo que el hombre instaura con las personas y con la vida. Efectivamente, cada vez que establecemos una alianza con otro, en ella ya está implícita la ruptura. El hombre, en la medida que va madurando, va estableciendo alianzas con la vida; su radicalismo, de esta manera, se aplaca, porque enfrentarse con el mundo implica una condena: negociar.
(Elaborado por Annamaria Lanzara, Sara Ragusa, Federica Sasso, Carlotta Signani, Carmen Soldo, Tomaso Zanda)