La cuestión del género en La Celestina de Fernando de Rojas[1]

 

Sara Bertalli y Anna Rapetti

 

El siglo XV se cierra con una de las obras cumbres de la literatura española: La Celestina de Fernando de Rojas. Esta obra ha levantado muchas controversias sobre su interpretación. El primer problema se centra en la gran cantidad y variedad de ediciones conservadas. La primera edición hoy existente, impresa en Burgos en 1499, es un ejemplar único, sin título, que comienza con el desarrollo del acto I y contiene sólo 16 actos. La obra tuvo inmediato éxito y en 1500 se encuentra otra edición en Toledo y un año después, en Sevilla, otra. Ambas son tituladas Comedia de Calisto y Melibea y contienen una “Carta del autor a su amigo”, que presenta el argumento, once octavas y unas coplas de Alonzo Proaza, el corrector de la imprenta. Muy poco después, aparece una nueva versión que presenta importantes novedades como el cambio del título en Tragicomedia de Calisto y Melibea y la agregación de cinco actos.

El segundo problema que la obra de Rojas ha levantado se refiere al género literario en que se puede incluir. En efecto, aunque nunca fue representada en teatro, su estructura implica una función drámatica. Fundamentalmente son cuatro los elementos principales que nos hacen pensar en La Celestina como en una obra teatral:

 

En el siglo XVI nadie dudaba de que La Celestina pertenecía al género dramático; lo que sucitaba mayores discusiones era su calificación, es decir, ¿comedia o tragedia? Hay que decir que en esta época, no se podía llamarla “comedia”, ya que no tenía un final feliz, pero tampoco se podía llamarla “tragedia” porque tenía personajes de baja condición social. Rojas resolvió ese problema titulando su obra “tragicomedia”. Este término fue utilizado por primera vez por Plauto para definir su obra cómica sobre los dioses :“Anfitrión”. Mercurio, en el prólogo de la obra nos dice: “…vi spiegherò l’argomento di questa tragedia. Corrugate la fronte: perché mai? Perché ho detto che sarà una tragedia? Bè, sono un dio e posso trasformarla. Se volete della tragedia farò una commedia e senza cambiare una parola…Ecco, farò che sia qualcosa di misto; che sia una tragicommedia”.2 En el caso de La Celestina es el autor el que nos explica en el prólogo su decisión acerca del título: “…otro han litigado sobre el nombre diziendo que no se avía de llamarla comedia, pues acababa en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer autor quiso darle denominación del rincipio, que fue placer, llámola comedia. Yo viendo estas discordias, entre estos estremos pertí agora por medio la porfía y llámala tragicomedia”.3

Rojas, en sus versos acrósticos 4 y Alonso Proaza en sus versos finales5 nos hacen notar que la obra está vinculada con la del autor latino Terencio. En efecto, tanto en la Edad Media como en el Renacimiento, las comedias de Terencio se utilizaban como textos escolares para el estudio del latín. Los que siguen son algunos de los elementos que demuestran el origen latino o, mejor dicho, terenciano de la obra:

 

Toda la obra está escrita en forma de diálogo, no hay ninguna intervención de un autor externo o de un narrador así que todo lo que sabemos sobre los acontecimientos y los personajes brota de sus palabras. En los diálogos siempre están presente un “yo” y un “tú”;8 cada hablante en todo momento es conciente de la presencia de los demás, así que también en los largos monólogos o soliloquios percibimos siempre la existencia de un oyente, aunque invisible.9 Hay que decir que los monólogos tienen una cierta importancia en las obras teatrales, ya que sirven para informar al oyente, por ejemplo de las incertidumbres o las intenciones secretas del personaje que habla y que no quiere que se revelen a los otros caracteres de la obra. Otro elemento importante de los diálogos es “el aparte” que es un mecanismo dialogal básico de la comedia romana. Gracias a este expediente, el personajes puede hacer un comentario que los otros caracteres presentes no pueden oír, así que llega a ser un truco en beneficio del oyente o del lector. Podemos decir que leyendo “La Celestina” tenemos la sensación de participar de las vidas de los personajes, mejor dicho, de ver sus vidas que se crean y que evolucionan en sus relaciones dialógicas.

La obra se divide en actos y cada acto en escenas como una obra teatral. Hay que decir que la división resulta un poco rara: la extensión de los actos es muy variable, así que tenemos actos muy cortos como el XVI y otros de más de 400 líneas, como el acto V y el acto VI. Más significativas son las escenas que representan las verdaderas unidades estructurales y que llegan a representar una situación dialógica. La división en escenas se debe a un cambio de lugar o a la introducción de un nuevo personaje.

 

La Celestina, obra irrepresentable

 

 

Además, a lo largo de la obra encontramos pasos que no tienen significado dramático, como por ejemplo en el Auto I, escena 7, donde aparece una descripción muy larga más propia de una novela que de un texto teatral. Otro factor que contribuye a la irrepresentabilidad de La Celestina es el lenguaje, porque los tonos utilizados pasan de un lenguaje casi erudito – sobre todo de los dos jóvenes y de Pleberio - y escólastico - sobre todo de los criados y de la alcahueta - hasta uno obsceno, pasando por el habla popular y culta, la ironía, la más grotesca comicidad y proverbios, sin olvidar el recurso constante del habla refranera. Además, hay una gran cantidad de citas que llegan de la literatura latina clásica, como por ejemplo de Ovidio, Terencio, Virgilio y Cicerón, y de la literatura latina medieval, por ejemplo del gran humanista italiano Petrarca. Hay que añadir que la viuda Celestina puede ser el desarrollo de la protagonista principal de El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, la viuda Doña Endrina. El autor introduce muchas referencias textuales, pronunciadas por la misma viuda. Por último, lo que hace muy difícil la comprensión del texto son las numerosas citas bíblicas (las Escrituras de S. Mateo o S. Juan, por ejemplo).

 

Como ya hemos dicho, en el siglo en el que apareció La Celestina su aspecto dramático no fue objeto de dudas. En cambio en el siglo XVIII dejó de ser considerada como una obra de teatro y se empezó a definir con el nombre de “novela dramática” o “novela dialogada”. Sin embargo, dos críticos reaccionaron contra estas definiciones. Menéndez Pelayo afirma que “si no es drama no es novela y si no es novela no es drama” y sostiene que, a pesar de que fue concebida para ser leída y no representada, presenta rasgos dramáticos. María Rosa Lida, en cambio, no está de acuerdo con la definición de “novela dialogada” y prefiere considerarla teatro.

Nosotras estamos de acuerdo con otro crítico Stephen Gilman11, que considera la obra como agenérica, en el sentido de que Fernando de Rojas parece haber escrito La Celestina sin pensar en su inclusión en un género literario particular, así que no tiene una estructura establecida y el resultado final es una obra de gran originalidad.



1 http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/03583843211237164190180/index.htm

2 Plauto, Anfitrione – Bacchidi – Menecmi, Milano, Garzanti, 1993, p. 9.

3 Fernando de Rojas, La Celestina. Comedia o Tragicomedia de Calisto y Melibea, (edizione di P.E.Russell), Madrid, Castalia, 1991, p. 202.

4 http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/03583843211237164190180/index.htm

5 http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/03583843211237164190180/index.htm

6 F. de Rojas, op. cit. , p.205

7 Ibídem, p.40

 

8 http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/03583843211237164190180/index.htm

9 http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/03583843211237164190180/index.htm

10 http://encarta.msn.es

11 S. Gilman, La Celestina: arte y estructura, Madrid, Taurus, 1982, p. 304.