Vuelo de la celebración
La obra de Claudio Rodríguez puede interpretarse como una paulatina ascensión hacia el conocimiento. Esta dolorosa tarea, que él mismo se impone, inicia con "Don de la Ebriedad". En la introducción a "Desde mis poemas", el mismo poeta explica: "Poesía - adolescencia -como un don; y ebriedad como un estado de entusiasmo, en el sentido platónico, de inspiración, de éxtasis", al que se llega a través de la experiencia mística.
El poeta es joven, su alma es limpia y está llena de esperanza, esto le hace ver la realidad con los ojos del idealismo. Luego viene su segunda obra, "Conjuros": en ella sus poemas brotan del contacto con la realidad campesina cotidiana, y al mismo tiempo el poeta realiza los conjuros para despojarse de su naturaleza humana y dar paso a la dimensión divina. Desde esta perspectiva es fundamental la fuerza del lenguaje, pues el poeta lo transforma en un vínculo que lo encadena a lo concreto impidiéndole la transfiguración metafísica.
En "Conjuros", el tono de exaltación sigue presente, pero la semilla del compromiso social comienza ya a germinar; en la tercera obra, "Alianza y Condena", el ímpetu de la exaltación va atenuándose y su poesía se siente embargada por el pesimismo. Con "Alianza y condena", Claudio Rodríguez desemboca en el camino que lo lleva a la exploración del destino humano: aquí la alianza establecida con el Ser Superior - fuente de su inspiración - es asimismo su condena a ser poeta y hombre, es el obstáculo que lo ata a la vida terrena e impide que su proyecto cristalice.
"El Vuelo de la Celebración" aparece en 1976 y pertenece a la poesía más madura de Rodríguez. El sentimiento inicial presente en las tres obras anteriores ha evolucionado, y de la poesía instintiva se pasa a una reflexiva. El camino poético de Rodríguez llega al apogeo en "El vuelo de la Celebración", en que el título refleja claramente sus ideas filosóficas: el vuelo para el poeta es el símbolo de la elevación; la celebración representa la madurez artística y el conocimiento: es decir, el poeta adquiere conciencia de la necesidad de celebrar las cosas revistiéndolas de significado y de vida.
La obra de Rodríguez es una búqueda del conocimiento y, tal como él mismo lo señala, sus primeros poemas nacieron con una ausencia de conocimiento. "Conocimiento" - dirá el poeta - está estrechamente relacionado con "remordimiento": el mundo es conocimiento y remordimiento, si bien su poesía no define el término "remordimiento".
"El Vuelo de la Celebración", cuyo primer poema es: "Herida en cuatro tiempo", empieza con la imagen de la herida (que remite a la metáfora del surco labrado para acoger la semilla, símbolo del conocimiento), luego vuelve a centrar su interés en elementos puramente físicos que, de ahora en adelante, no es posible considerar como el punto de partida hacia lo infinito, sino como el punto de llegada determinado por el olvido, cuyo símbolo es la amapola. El olvido hace que el poeta renuncie a la elevación y vuelva a la realidad.
Cabe señalar que, en estos poemas, Rodríguez reitera algunos temas ya antes tratados: el sueño, la cama y la pesadilla, que traen reminiscencias románticas (en especial de Kubla Khan de Coleridge), el dolor, que es el precio que implica el conocimiento, clara influencia del Eclesiástes ("y quien acumula ciencia, acumula dolor"). Pese a todo lo antes señalado, es posible captar una diferencia entre este libro y los anteriores: Claudio Rodríguez implora al dolor (el conocimiento, el vuelo) que no lo abandone porque él ya ha aceptado su condición de poeta y ha asumido su deber para con los demás. Es decir, el poeta se ha resignado.
(Elaborado por Sara Angeletti, Chiara Bolognese, Viviana Bellino, Chiara Frattini, Francesca Donatacci, Alessandra De Vecchi, Alessandra Pertot).