EL ESPERPENTO (II)
El ensayo trata de situar la producción de Valle Inclán, y sobre todo la "invención" del esperpento, dentro del contexto de la vida del autor y de su relación con los más anchos panoramas literarios español y europeo.
España fue, según Rubia Barcia, protagonista de la transformación del concepto de novela tradicional, inaugurada por el Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes: la novela del siglo XX, gracias a la influencia de la filosofía postkantiana no positivista, cambiaría perspectiva centrando su atención en la intimidad del personaje en vez de concentrarse en la intrínseca dualidad de la naturaleza humana.
Dentro de este proceso se situaría el aporte de Valle Inclán, que creó el esperpento, instrumento esencial de su sátira contra el régimen, como resultado de su creencia estética según la cual el artista debe alzarse por encima de sus personajes y verlos desde una perspectiva demiúrgica.
A través del estudio de las tres obras denominadas expresadamente como esperpentos por el autor- Luces de Bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921) y La hija del capitán (1927) -, Rubia Barcia individua los elementos que tienen en común a la hora de analizar la selección y el tratamiento de los personajes (seres humanos situados al margen de la sociedad), el desarrollo del argumento (siempre narrado de una manera no lineal ni progresiva), la utilización del tiempo (casi paralizado en un presente perpetuo) y la objetividad del narrador (autosuficiente)
Gracias a la invención del esperpento Valle Inclán se habría adelantado a la literatura europea, y España a Europa, logrando representar las crisis de los valores tradicionales y la discrepancia entre el "ser" íntimo y su imagen pública.
Rubia Barcia, José, "El esperpento, su signo universal", en John P. Gabriele, Suma valleinclaniana, Consorcio de Santiago, Editorial Anthropos, Barcelona, 1992, pp. 127-150