El
estilo del Libro de Buen Amor de Juan
Ruiz, Arcipreste de Hita[1]
El Libro
de buen amor nace de la confluencia de diferentes tradiciones literarias,
mezcladas de manera perfecta por la habilidad de Juan Ruiz, que logra realizar
de esta manera una obra única y sin antecedentes. En efecto, si analizamos cada sección narrativa,
encontramos una gran cantidad de modelos literarios, pero tal vez - como
sugiere G.B. Gibbon-Monypenny - en su totalidad el libro no pertenece a un
género especifico ni codificado[2].
Juan Ruiz es un autor “eclético”[3]
en la elección de las fuentes temáticas y formales de sus versos y sobre todo
es autor original en la manera de elaborarlas. El Arcipreste toma inspiración
de tradiciones tan diferentes como la literatura latina medieval (por ej. la
adaptación del Pamphilus, comedia
elegíaca del siglo XII), la épica medieval (por ej. el episodio de Don Carnal y
Doña Cuaresma), el zéjel mozárabe y
otras más, pero siempre consigue adaptarlas a su voluntad, hasta crear soluciones
ártisticas nuevas e imprevistas. Por ejemplo, para describir las aventuras en
la sierra, Juan Ruiz emplea el metro popular de la serranilla, parodiando el género e invirtiendo uno por uno los
rasgos del modelo. Generalmente estas líricas contaban las aventuras de un
viandante que en primavera encontraba a una serrana e intentaba seducirla
mientras ella defendía su virginidad. En el Libro
de buen amor es el mismo Arcipreste el que en inverno es capturado por una
virulenta serrana que lo lleva a su choza y lo viola.
Otro aspecto novedoso es la capacidad de
Juan Ruiz de conciliar mester culto y
mester vulgar[4].
Desde el punto de vista métrico, por ejemplo, elige como forma principal la más
prestigiosa - la cuaderna vía - pero no desprecia formas más populares como el zéjel e incluso les da dignidad
artística. Es el caso de las estrofas 115-120[5],
donde el autor nos cuenta su amor desdichado por la panadera Cruz. Por primera
vez, la lengua española se emplea en este tipo de estrofa lírica de origen
hispanoárabe, considerada un arte menor.[6]
Mis ojos no verán a luz, 115
pues perdido he a Cruz.
Cruz cruzada, panadera, 116
Tomé por entende[de]ra,
Tomé senda por carrera
Como [….] andaluz.
Coidando que la avría, 117
díxielo a Ferrand García
que troxiese la pletesia
e fuese pleité e duz.
Díxome que-l plazia de grado, 118
E fizose de la Cruz privado :
a mí dio rumiar salvado,
él comió el pan más duz.
Prometiól por mi
consejo 119
Trigo que tenía añejo
E presentól un conejo,
el traidor falso, marfuz.
¡Dios confonda mensajero 120
tan presto e tan libero!
¡non medre Dios tal conejero
que la caça ansí aduz !
Nótese que, aunque el autor titula su
composición troba caçurra (es decir
de los juglares más incapaces), el estilo es muy rebuscado.[7]
Los recursos de la retórica aquí empleados son numerosos. Por ejemplo: la
aliteración de la “p”, subrayada por la anástrofe del verso 115 b; la anáfora
(vv. 116 b-116 c); la antítesis entre «salvado» y «pan» (vv. 118 c-118 d) con
un doble sentido erótico; la rima interna (vv. 119 a-119 c) y el paralelismo(v.
120 b).
Todo el zéjel
manifiesta el ingenio verbal de Juan Ruiz en el uso magistral de las palabras
para crear diferentes niveles de lectura, basados en el mundo cultural de su
época. Como ejemplo se observa el sentido negativo que, por razones morales, se
atribuía al oficio de la panadera, dado que, trabajando al calor del horno,
tenían que aligerarse de su ropa.[8]
Entre las técnicas que los clérigos
aprendían en los manuales de retórica, María Rosa Lida de Malkiel[9]
recuerda también la enumeración, un tipo de amplificatio
en los hechos. Emblemática es la estrofa 607 que describe las penas del
enamorado según los cánones de amor cortés:
El color he perdido, mis sesos ya fallesçen.
La fuerça non la tengo, mis ojos non paresçen;
Si vós non me valdes, mis miembros desfalleçen.”
Respondió Doña Venus: “Los seguidores vençen.
Aquí vemos también el realismo medieval,
que a través de la personificación de Doña Venus hace concreto un concepto
abstracto como el amor. Juan Ruiz utiliza también la acumulación “en palabras”
sobre todo de sinónimos dispuestos en pares. Por ejemplo en la estrofa 595
encontramos tres iterationes sinonimicae
: «ascondido [e] encobierto», «espardzido e descobierto» y «más seguro e más
cierto».
De la técnica de los juglares el Arcipreste
toma las invocaciones al público (muchas veces se dirige a las mujeres como en
la estrofa 161, tal vez para disculparse de sus palabras y así alejarse de las
obras misóginas de su tiempo) y la vivacidad dramática del diálogo. Por esta
razón, María Rosa Lida de Malkiel habla de “mímica juglaresca referiéndose al
episodio de doña Endrina”. G.B. Gibbon-Monypenny[10]
discute sobre el tipo de público a quien se dirige Juan Ruiz y concluye
afirmando que en cualquier caso (probablemente se trataba de clérigos cultos),
la transmisión tenía que ser oral, a través de la lectura pública.
Para concluir hacemos notar que nuestro
Arcipreste es hombre erudito que conoce todos los recursos de la retórica
medieval, pero que enriquece sus versos con la vivacidad de la cultura popular
(lenguaje bajo, estilo coloquial, proverbios y realismo descriptivo).
[1] Juan Ruiz, Libro de buen amor, A.Blecua (ed.), Madrid, Cátedra, 2001.
[2] J. Ruiz, Libro de buen amor, G.B. Gybbon-Monypenny (ed.), Madrid, Castalia,
1988, pp. 24-25.
[3] ibídem.
[4] María Rosa Lida de Malkiel, Juan Ruiz: selección del «Libro de buen
amor» y estudios críticos, Buenos Aires, EUDEBA, 1973, pp.12-13.
[5]
A.Blecua (ed.), op. cit., pp.39-40.
[6] J. Ruiz, Libro de buen amor, José Luis Girón Alconchel (ed.), Madrid,
Castalia, 1990, pp. 81-82.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] M. Lida de Malkiel, op.cit., pp.12-13 y 15-18.
[10] G.B. Gibbon-Monypenny, op. cit., pp. 28- 29.