MANIERISMO
El Manierismo es un movimiento cultural y artístico de
transición entre el renacentista y el barroco que se desarrolla en Italia, que
se extendió por toda Europa, desde 1520 hasta finales del siglo XVI. El Manierismo no es sólo un estilo pictórico, como en principio se
consideraba, sino que además hay que extenderlo a otras manifestaciones
artísticas, culturales y espirituales, como la arquitectura, la escultura, la
literatura y la música. El Manierismo supone, con respecto al renacimiento
clásico, un distanciamento que se empieza a producir a partir de la fecha de la
muerte de Rafael, 1520. Esta quiebra en la armonía tiene su base en
acontecimientos sociales, como fue la epidemia de peste de 1522, la invasión de
Italia por tropas francesas y españolas, el Sacco
de Roma en 1527, la ruptura en la unidad de la Iglesia con la Reforma
protestante, la crisis económica provocada por la introducción del racionalismo
económico, el nacimiento de la concepción científico-natural del mundo y la
nueva forma de entender el patronazgo y la obra de arte.
En España, las expulsiones de
judíos y musulmanes, la persecución de los falsos conversos por la Inquisición
y la lucha contra la Reforma, convertida en lucha no sólo religiosa sino
también política, crean una atmósfera de tensión, propicia a los movimientos de
místicos, ascetas y alumbrados. El Manierismo es el producto de una sociedad
escéptica y preocupada por el gozo y el refinamiento, sólo entusiasmada por
rodearse de belleza. En ese periodo se fomentan los efectos espectaculares, la
transgresión de las reglas, la libre utilización de los repertorios formales y
la ornamentación está por delante del asunto manifestándose como un arte
frívolo, refinado, teatral, que se aleja
de los principios racionales y previsibles del Renacimiento pleno.
Características del Manierismo son los sentidos de
tensión, confusión, desequilibrio, escisión, desasosiego y angustia presentes
en las diferentes obras. Hay una mezcla y yuxtaposición de temas religiosos con
lirismo y fervor, temas mitológicos, que permiten expresar mejor ciertos
sentimientos propios de la época, y temas alegóricos que ejemplifican los
hechos históricos.