A manera de un comentario

Claudio Rodríguez, en la introducción a su obra "A manera de un comentario", expresa que éste no es un comentario, sino una tarea difícil, pues al analizar sus versos se da cuenta de que éstos no le son ya familiares. El autor no reniega de la paternidad de sus versos, pero dice que su grado de acercamiento a ellos le parece lejano.

Según el poeta, la poesía es búsqueda, o bien participación entre la realidad y la experiencia poética a través del lenguaje. Para Rodríguez cada poema constituye un acoso para lograr los objetivos propuestos, finalidad que se revela imposible

La primera lectura de sus poemas deja la sensación de algo que carece de meta o dirección. El texto no presenta un esquema bien definido, las palabras fluyen como el pensamiento del poeta que siente "la fluencia de la vida". Si la vida es un continuo fluir, su poesía también fluye.

Sin embargo, Rodríguez mediante una profusión de citas quiere orientar en la lectura de sus poemas.

Rodríguez comenzó a escribir el "Don de la ebriedad" en plena juventud, cuando apenas tenía 17 años. La obra nace del contacto directo del poeta con la realidad de su tierra castellana, con su gente. El mismo Rodríguez expresa que: "Poesía y adolescencia constituyen un don; y ebriedad es como un estado de entusiasmo, en el sentido platónico, de inspiración, de rapto, de éxtasis, o, en la terminología cristiana de fervor".

Podría considerarse a Rodríguez como un poeta ruralista: es el gran pintor del campo castellano. Hay en el poeta un encuentro con la naturaleza de su tierra castellana que despierta en él viva emoción y da origen a una poesía sencilla; sin embargo, como él mismo afirma, estos poemas son producto de la ausencia de conocimiento.

En "Conjuros", la segunda obra de Rodríguez, también está presente esta debilidad del poeta por los detalles. A través de la contemplación, dice Rodríguez, se puede comprender el significado más profundo de las cosas. Para él, por ejemplo, un objeto cotidiano como la ropa tendida puede convertirse en la representación del alma del poeta gracias a la magia del lenguaje.

Una de las técnicas más frecuentes en su poesía es el uso de la antítesis. Por medio de la antítesis el poeta expresa sus dilemas interiores.

Y los dilemas del alma vuelven a aflorar en "Alianza y Condena". Aquí, tal como dice poeta, "no se modifica el timbre de exaltación de mi poesía interior, la forma acompasa a un tono más meditativo". En este libro están presentes la realidad y la intimidad, la fugacidad de las relaciones vitales y toda la complejidad de la vida que desemboca en la capacidad de la poesía de describir. En las descripciones de la naturaleza se esconde otra realidad, otra naturaleza que es la naturaleza de lo trascendental.

La obra de Rodríguez continúa su ascenso hacia una poesía que pueda celebrar y su cuarto libro es justamente "El vuelo de la celebración". Allí se celebra: "lo que se abre y lo que se cierra desde todas las posibilidades vitales: la figura de las cosas, el poderío de las sensaciones que pueden desembocar en feracidad o en sequía". Para Rodríguez, celebración es como la exaltación que funde todas nuestras vivencias, nos mejora y pule. El poeta vuelve al concepto de mejoría según Fray Luis de León. Al celebrar, se escribe, aunque no sea de modo consciente, y lo que está mustio, adquiere vida: "lo que antes estaba marchito se hace jugo".

Rodríguez concluye diciendo que la poesía es intuición; para él ésta es fundamental, pues al intuir, todo se aclara y el hombre, adentrándose en la creación, la celebra, adquiere sabiduría y mejora.

(Bellugi Giada, Bertoldi Pamela, Gualandris Mara, Marenco Sara, Sciuttini Alessandra)